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13 abril 2011

MIA. No bailéis con la muerte.

Loreto se miró en el espejo de su habitación.
Desnuda.
Recorrió las líneas de su cuerpo, una a una. Casi podía contar sus huesos, las diagonales de sus costillas, el vientre hundido, la pelvis salida y extrañamente frondosa, las nudosidades de sus rodillas, la piel seca, el cabello débil y sin fuerza que se le caía cada día más.
Y aún así, se sintió mal por algo distinto. Peor.
Gorda.
Tuvo que cerrar los ojos, y volver a abrirlos, para enfrentarse a la realidad.
Tal y como le había dicho el psiquiatra.
Se estaba muriendo. Si no dejaba de comer incontroladamente para vomitar después al sentirse culpable de ello y temiendo a la obesidad, sería el fin. Había llegado al punto límite, y tras él no existía retorno posible.
Luchó desesperadamente, consigo misma, y pensó en Luciana.
Luciana, tan llena de vida, siempre alegre. Desde que sabía que estaba en coma, era como si algo, en su interior, pugnase por estallar, sin saber  qué era, ni tampoco por donde saldría esa explosión
Apenas veinticuatro horas antes, Luciana había estado allí, a su lado, frente  a  aquel espejo, obligándola también a mirarse.

-¡Yo te ayudaré Loreto! ¡Voy a ayudarte a superar esto! ¡Te lo prometo! ¡Estaré a tu lado! ¡Comeremos juntas, lo necesario, sin gulas ni ansiedades, y no te dejaré vomitar! ¡Se acabó! Te lo juro.

No hacía ni veinticuatro horas
Y ahora ella estaba en coma
Se moría. […]
Loreto se apoyó en el espejo. Primero la mano. Después la cabeza. Cerró definitivamente los ojos.

-No te mueras-susurró-Por favor, no te mueras.

Ni ella misma supo a cuál de las dos se refería.

Campos de Fresas
Jordi Sierra i Fabra.

1 Pensamiento(s):

Bosque verde dijo...

promete que haras una continuación, por favor!

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