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17 octubre 2010

oldMemories

Y se dejó llevar. Entró en la sala, la madera crujía vieja y estropeada bajo sus pies. La estancia era fría, al igual que la luz que entraba a través de la ventana. Avanzó a través de esa habitación y se acercó a la ventana, y corrió una cortina, revolviendo en ese movimiento, polvo y recuerdos. Recuerdos que tejieron una nueva escena en un tiempo perdido en el olvido…
Estaba en la misma sala, de noche. El fuego de la chimenea daba a todo un color mucho más vivo, y una calidez acogedora. Enfrente de ella, se erguía el fantasma de una chica, que todavía conservaba el rubio en sus rizos y el brillo de la ilusión en los ojos. Miraba impaciente a través del cristal, formando pequeñas marcas de bao con cada suspiro. Esperaba algo, o a alguien. De pronto sonrió, como sonríen las idiotas. Como sonríen las enamoradas. Una figura vestida de negro había aparecido por la calle, y se había detenido enfrente de la puerta bajo la ventana. El entusiasmo de la joven era palpable, tanto que inundó la habitación, y le hizo olvidar a ella, la protagonista, que ahora eran arrugas las que adornaban su rostro, y su pelo se parecía más al plateado de la luna que al dorado del sol. Sin embargo, en sus ojos grises y ancianos, el brillo seguía vivo, al recordar cómo cuando había bajado las escaleras y abierto la puerta, no la recibió un hola, sino una sonrisa. Una sonrisa que decía te quiero.

1 Pensamiento(s):

Olaya dijo...

Precioso, como el amor no hay nada.

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