¿Sabes que es culpa tuya que haya venido a esta fiesta? Oh, vamos, tienes que intuirlo, ayer te dije, mientras me mirabas de esa forma que siempre haces, que no me gustan las fiestas. Pero fíjate, si no he dejado de mirarte desde que has llegado. Que no aparto los ojos de ti ni para respirar, que mi mirada se enreda con el lazo de tu vestido y ya no hay salvación posible, que peor aún si me fijo en tus ojos azules, entonces me hundo en un mundo paralelo y no vuelvo. Y si me detengo en tu boca... lo que daría por besarla. Que tus pecas me atrapan en un juego a intentar contarlas (358 aquel día en la playa), y el olor de tu pelo desintegra cualquier pensamiento racional. Solo se que te quiero cerca esta noche, (y todas, pero eso no me atrevo a pensarlo todavía) me tienes a tu merced.

Y parece que te has dado cuenta. Y te acercas. Y me sonríes. Y me besas. ¿Y me pregunto el por qué? Has debido de leer aquella servilleta de papel.

Y yo muero en ese mismo instante y he debido de ser muy bueno, porque toco el cielo con tus besos y no sabes de que manera.