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06 febrero 2011

Nunca fue una señorita.



He despertado y me la he encontrado en el salón, durmiendo en otros brazos. Es casi como si la viera, menuda pieza, llegando a casa entre tropiezos y peticiones de silencio. En una mano, libertinaje embotellado y casi delirante de la otra mano, tu voluntad a rastras ha llegado. Adivino como habéis terminado de embriagaros, como ha dejado de reírse y de repente muy seria, a tus pupilas mas que dilatadas, te ha mirado con descaro. Apuesto que a partir de ese momento, ya no pensabas con fundamento, aunque culpa tenía también, el tequila corriendo por tus venas a doquier. Y cómo has sentido su respiración a través de su boca, entreabierta sobre la tuya antes de besaros. Y su peso acomodándose sobre tus piernas. Y toda su figura amoldándose sin objeción ninguna sobre la tuya. Soy capaz de vislumbrar la razón de encontraros ahora semidesnudos. Y capaz también de aparentar ignorar, como habéis sofocado los gemidos sin piedad, de como tras el último suspiro, habéis acabado dormidos.

Querida inspiración descarada, eres peor que una hija malcriada, me llegas a casa de madrugada con la musa descarriada de algún escritor que por tu culpa, ahora no puede dar rienda suelta a lo que en su mente se oculta. Menos mal que gracias a eso, ahora tiene una con que ocupar el tiempo.

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